Caleruega, del 4 al 6 de octubre de 2019.
El número doce ha estado ligado durante milenios a la medición del tiempo. Relojes y calendarios se organizan en base a esta cifra. No por casualidad, el año consta de doce meses y el día, de veinticuatro horas, o sea, doce más doce. Una hora son cinco veces doce, y de cada minuto, a su vez, podemos encontrar espacios de doce segundos.
En la mitología y la religión, la importancia de esta cifra es notable. Para los griegos, los dioses olímpicos del Panteón eran doce, como también fueron una docena los trabajos encargados al mítico héroe romano Hércules como penitencia. Según la Biblia, Jacob tuvo doce hijos, doce fueron los apóstoles de Jesucristo; doce, las tribus de Israel…
De este modo escogió el Mesías doce apóstoles –dirigentes y gobernantes de la Iglesia primitiva – y prometió que se sentarían en doce tronos, que juzgarían a las doce tribus de Israel. Jesús dice a sus discípulos: «cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros, que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mat. 19:28).
En la Nueva Jerusalén existen doce puertas, doce fundamentos, el nombre de los doce apóstoles, doce piedras preciosas y doce perlas: el muro de la ciudad tiene 144 codos, es decir, doce multiplicado por doce. Y todo ello existirá eternamente. Por tanto, es el número doce, y no otro, el elegido para representar la perfección, pero una perfección que está por encima del tiempo, los castigos de Natura y los desastres de todas las generaciones.
La Flauta y el humor. El mundo de la Flauta es lo suficientemente serio como para tratarlo de fruslería, como para tomárselo a broma. Y es aquí cuando me detengo a reflexionar sobre esta expresión, cuando pienso que un grupo como el nuestro era necesario en el panorama nacional de la Música en general y de la Flauta en particular.
Era pues justo y necesario, casi obligatorio, que este sencillo grupo, Los Caballeros del Traverso, celebrásemos nuestro duodécimo encuentro, para así completar la esfera imaginaria dividida en doce partes, como los signos del Zodíaco o las horas de ese reloj que tanto nos pesa y que marca nuestro devenir por la senda, ora espinosa, ora algodonosa, de la vida.
Y llegados a este punto, nos atrevemos a decir: ¿Acaso no son todos estos sobrados motivos para que en el presente año volvamos a nuestros orígenes, donde la simplicidad se torna trascendental sólo porque así lo hemos decidido? Huelga decir, eso sí, sin pretensiones, sintiéndonos humildes porque realmente lo somos; sin pasear nuestros egos por ningún escenario, con la única e imperiosa necesidad de volver a vernos, de abrazar una vez más a nuestros estimados caleroganos, de saborear de nuevo el cariño fraterno con que ellos nos reciben, ya que sin duda alguna, oh, Caleruega, pequeña tierra de cal rodeada de montañas, que tan bien nos has acogido desde un principio y que nos has honrado bautizando con nuestro nombre a una de tus calles, nos sentimos parte de ti y deseamos que así siga siendo.
Dicho lo cual, anunciamos alegres que, una vez más, nos reuniremos en la Iglesia del Real Monasterio de las MM Dominicas para ofrecer nuestro Concierto de Música Barroca el domingo seis de Octubre a las 13 horas. Claudi Arimany, Salvador Espasa, Pepe Lanuza, José Sotorres, Juanje Silguero, Stefano Parrino, Francisco Javier López, Omar Acosta, Óscar de Manuel, Horacio Parravicini, Diego Crespo, Alan Weiss y nuestros invitados especiales Sergio Pallottelli, Elisabet Franch y Gareth McLearnon, intentaremos hacer de esa velada algo realmente inolvidable, donde la magia de la música toque vuestros corazones y os sumerja en un mundo irreal y lejano, lleno de armonía, que inunde de paz.
Nacido de un cúmulo de casualidades, hoy este Encuentro se ha convertido en algo sólido que sobrevive gracias a ustedes, respetable público, la gente que nos viene a ver a cada una de nuestras actuaciones, que nos sigue en redes sociales y, sobre todo, a los habitantes de un pueblo que desde el primer momento nos acogió de una forma tal que era imposible que no nos sintiéramos queridos y respetados.